Me duele parecerme a Teresa.
Me duele el hecho de aguantar el aroma de las mujeres que pasan por tu boca.
Pero me duele más NO parecerme a Teresa y no ser la dueña de tu memoria poética.
Se convierte en escándalo y alarido el eco de tus "te amo" hacia mis ojos mientras besas alguna otra boca pálida y acaricias tatuajes obsenos.
Me molestas, me irritas.
Quisiera que cuando piensas en poesía, pienses en mí.
Muero por que te quedes sin el susurro de la noche por tus cabellos para que así contestes mis preguntas dramáticas y me digas tus frases mamonas con la sonrisa que te caracteriza y así yo deje de tener miedo.
De tenerTe miedo
Soy la Teresa buena que te acaricia la frente después de tus inútiles encuentros "amorosos" y demás juegos de escalpelos y bisturís.
Soy la que te dice que nos iremos al campo y Karenin correrá en el jardín para que se te quite el dolor de barriga y me beses los labios que aún lloran por ti.
Sabes bien que una como yo no vas a encontrar de nuevo. Lo sabes y lo gozas.
Y me duele tanto recordar que la dueña de tu memoria poética nunca fui yo, nunca lo seré y siempre lo será ELLA. A la que odio ver en todos lados y la que me arruina la fantasía de ser YO quien te arrulla en las noches.